Culpabilizar a la víctima

    “Los judíos tienen parte de responsabilidad en los asesinatos que cometieron los nazis. En un campo de concentración el número favorecía a los prisioneros, hubieran podido rebelarse”. El entrecomillado no indica en este caso que lo haya extraído de una cita textual, es simplemente una cuestión de estilo: esa es la idea sobre la que quiero profundizar.
    Pero que no lo haya leído u oído textualmente, no quiere decir que no haya oído alguna vez una idea semejante. Bien al contrario, culpabilizar a las víctimas es un ejercicio más frecuente de lo que sería deseable.
    “Algo habrá hecho” se decía en Argentina cuando trascendía que alguien estaba desaparecido; lo que significa “él (o ella) es responsable de que se lo hayan llevado”.
    El argumento de que la víctima es culpable reaparece a lo largo de la historia con una insistencia digna de mejor causa. Hace unos pocos días lo hizo por medio de un político catalán.
    Duran i Lleida es una figura destacada del partido Convergència i Unió, un partido de la derecha nacionalista catalana. “Derecha” y “nacionalismo” que pretenden presentarse como moderados y tolerantes. La derecha catalana cumple plenamente aquello que decían los teólogos medievales que era la principal virtud del diablo: hacernos creer que no existe; cualquier cosa que se diga contra ella lo coloca al emisor automáticamente en las filas de la derecha centralista. Por eso pueden permitirse ciertos exabruptos que en otras circunstancias serían inmediatamente repudiados. (Un “aparte”: ¿no declaró el entonces primer ministro israelí que su objetivo era liquidar físicamente a Yasser Arafat a la sazón secretario general de la Autoridad Palestina? ¿Se imaginan a Fidel Castro diciendo que su objetivo es liquidar al presidente de los EE.UU? Fin del “aparte”).
    Hay un argumento al que muchas personas son sensibles, tanto los simpatizantes de la derecha como los “progresistas”: Cataluña es una comunidad que aporta una gran cantidad de dinero al Estado español en calidad de impuestos y el Estado le devuelve, en infraestructuras, etc, mucho menos de lo aportado, mientras que hay otras comunidades que aportan menos y, por ejemplo, se las dotan de más recursos.
    Hace unos días, en un acto de su coalición, Duran i Lleida dijo que no podía ser que mientras los agricultores catalanes no pueden recoger la fruta por los bajos precios "en otros sitios de España, con nuestra contribución, reciben un PER (Plan de Empleo Rural, aunque ahora ya no se llama así, es un subsidio de desempleo de 426 euros mensuales) para que pasen el resto de la jornada en el bar de su pueblo". Subtexto: mientras los esforzados trabajadores catalanes doblan el lomo, sus impuestos van a parar a mantener el buen vivir de los andaluces.
    Hagamos un poco de memoria: Convergència i Unió, el partido que gobierna en estos momentos Cataluña, estuvo implicada hace un par de años atrás en un fraude multimillonario que se hizo desde la administración del Palau de la Música, implicación que quedó sospechosamente sin efecto desde el momento en que asumió el gobierno hace unos meses atrás. Este mismo equipo está llevando a cabo recortes en la educación y en la sanidad. En este último punto hemos de decir que el consejero de Sanidad fue hasta hace poco el presidente de la patronal de la sanidad privada. Por impericia y mala administración (en el mejor de los casos) miles de trabajadores pertenecientes a empresas cerradas o que se deslocalizan han quedado en la calle.
    En medio de esta crisis que, por otra parte, afecta a toda Europa, en Cataluña están subiendo como la espuma los partidos que sostienen un discurso xenófobo. Estamos en época electoral. ¿Hace falta señalar la conclusión?
    En las democracias de los países centrales sus políticos son proclives a dejar de lado los principios con el objetivo de sumar votos. Desde el Renacimiento la Ética y la Política transitan caminos divergentes. Esta idea, magníficamente plasmada en El príncipe de Maquiavelo, habría de ser revisada algún día: el fin ¿justifica los medios?
    Deslocalización de empresas, corrupción generalizada, subvenciones descontroladas, gastos de representación injustificados, evasión fiscal multimillonaria... y resulta que la responsabilidad de la crisis catalana la tienen los campesinos andaluces que cobran 426 euros mensuales.
    Si es verdad, como afirma Marx, que la naturaleza humana se realiza en el trabajo consciente, uno de los múltiples crímenes de este sistema es condenar a millones de personas a la renuncia de aquello que los hace más humanos: su entendimiento y sus manos.
                                                                                                                                          Carlos Petilo
Tandil-Barcelona

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