LA EXPORTACION Y EL CONSUMO DE CARNE VACUNA. Por Roberto Etcheverry

Nota de opinión 

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Los precios de un producto exportable pueden ser analizados desde lo actitudinal o desde la administración de los incentivos.  Esto es, cuando los precios aumentan o disminuyen, no es a causa de que los productores sean generosos o mezquinos. Nadie es tan generoso como para distribuir la parte de la renta nacional que genuinamente le corresponde, ni tan mezquino como para no bajar los precios cuando ha caído la demanda. Entonces un primer paso para comprender el fenómeno de los precios y el consumo de carne vacuna es despojarse de evaluaciones actitudinales y de prejuicios de clase/grupo social.

El productor de un bien exportable tiene como “techo” del precio al mercado interno, el valor de exportación. Esto es, en una situación teórica ideal le es indiferente vender al mercado interno o exportar. El precio de exportación está condicionado por el valor oficial de la divisa (dólar) y por el precio expresado en esa divisa en los mercados internacionales.

La demanda interna de carne está determinada por los hábitos y actitudes de la población, y por los ingresos de los ciudadanos. Esto es, al tener menos ingresos “cae” la demanda de consumo, y cuando simultáneamente se produce un aumento del precio de la carne, entonces se disminuye la cantidad demandada de carne, transformándose la carne en un consumo suntuario para la gran mayoría de la población.

Desde el gobierno, existen dos posibles soluciones. 1) Aumentar los ingresos de los ciudadanos para que puedan comprar carne al precio internacional. 2) Disminuir los ingresos de los productores para que el precio de indiferencia entre el mercado interno y la exportación sea más bajo. Los ingresos de los productores se disminuyen por medio de las políticas de retención de exportaciones. Esto significa que una parte del precio exportable se transforma en impuestos y entonces el productor tiene un valor de indiferencia de precio más bajo para vender al mercado interno. Desde luego que los productores que reciben las retenciones nunca están felices con estas medidas. Es utópico esperar “comprensión”, “sensibilidad” o actitudes de corte colaborativo. En el marco de la producción y venta cada quien defiende sus intereses y actúa con racionalidad económica.

Entonces el camino no es pontificar y solicitar voluntarismos. El camino es diseñar políticas públicas que administren correctamente los incentivos económicos de productores y consumidores para que los mercados reposen en una situación de equilibrio donde la carne sea un bien comprable por el argentino promedio y el productor rural tenga un razonable retorno sobre la inversión en su explotación pecuaria.

Este objetivo se lograría implantando retenciones a la exportación en un porcentaje similar al que se quiere disminuir el precio interno de la carne. Suspender las exportaciones en mi lega opinión, es hacer algo sustituyendo a las retenciones. Es posible que la suspensión sea una medida para “ganar tiempo” e instalar el tema retenciones. Entonces, perfecto. Si por el contrario, es una medida de largo plazo, se estaría atentando contra los incentivos de la ganadería y a mediano plazo disminuiría el hato ganadero con lo que nadie ganaría.

Al parecer, retenciones a la exportación de los productos alimenticios exportables es la política pública apropiada para disminuir el precio interno de los alimentos. En cualquier caso, como en otras decisiones de administración; la parte que le toca ceder algo de sus beneficios, razonablemente nunca estará conforme.

Lic. Roberto Etcheverry. - Investigador de Mercados

Miembro de APV-P25 regional Paraguay

@RobertoEtcheve7

 



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