No hay peor ciego...


No hay peor ciego...

"Cuando no se quiere ver no hay más que cerrar los ojos,
pero no es bueno a mi antojo ser ciego por voluntad,
castiga más la verdad en rancho que usa cerrojo" (José Larralde)


Soy “tachero” en Barcelona, a orillas del Mediterráneo.

El pasado lunes 28 de octubre varios taxis acudimos al requerimiento de servicio de un grupo de gente. A mi taxi subieron 2 muchachos jóvenes y un hombre que por su edad podría ser el padre. Uno de los muchachos fue el que me indicó el destino y noté inmediatamente el acento argentino. Recorrimos pocos metros cuando el mismo muchacho hace un comentario comparando una de las calles con “la Libertador”.

En este momento entro en escena. Los que llevamos mucho tiempo fuera de Argentina reconocemos muy fácil el acento de los “recién llegados” mientras que éstos no reconocen en nuestras palabras a un compatriota, por eso, a mi comentario sobre la comparación y a otro ejemplo que puse de “parecido urbanístico” -el “Port Vell” de Barcelona y Puerto Madero-, respondieron con un silencio. Notaron que, como mínimo, conocía Buenos Aires.
Seguí hablando sobre Barcelona y se “animaron” a preguntarme de dónde era. Contesté que argentino. El hombre mayor me pidió opinión respecto a la situación que se está viviendo en España. Le dije lo que estoy viendo y viviendo cada día e hice un paralelismo con lo que pasó en Argentina.

No se puede comparar la crisis que está pasando España con el proceso que sufrió Argentina y que llevó al “corralito”. No se puede comparar porque el escenario y los “actores” son distintos pero sí se puede decir que el motivo es el mismo y que las medidas impuestas responden al mismo modelo excluyente que llevó a Argentina al caos, con recortes económicos que perjudican a los sectores sociales más desprotegidos y benefician a los monopolios y entidades financieras.

Comenté a mis pasajeros circunstanciales que el proceso actual del gobierno español se asemeja a la privatización de gran parte del sector público que se llevó a cabo en Argentina en los 90. Que acá, al no poder devaluar la moneda, la descapitalización de las capas medias se da de otra forma; que hay casi un millón de personas sin tarjeta sanitaria y un 26 % de gente sin trabajar, porcentaje que se mantendrá varios años más, provocando que se extienda la pobreza extrema en la población.

Después de responder a su pregunta sobre la situación española, para continuar el diálogo, pregunté, buscando confirmación:
-“allá la situación está bien, verdad?
-“Noooooo, allá las “villas” son cada vez más grandes”, contestó el hombre
-“La información que tengo es que se están dando créditos, que hay un 7% de paro y que se están construyendo muchas viviendas”-dije-
-“Eso es todo mentiiiraaa, hay 30 millones de pobres” -volvió a decir el hombre alargando la frase-
-“Me parecen demasiados” –respondí-. “Este año he visto más argentinos que nunca paseando por Europa” –concluí para reforzar mi afirmación-
-“Bueeeno, eso es porque la gente cuando tiene un mango se lo gasta” –justificó el hombre-
-“Eso es una muy buena señal” –continué-
-“Además el dólar está a 10$” –dijo el mismo muchacho que había hablado al principio y que había guardado silencio a partir de mi exposición
-“En el 2001 la gente golpeaba cacerolas para pedir que los bancos les devolviera el dinero” –le dije-. “Ahora la gente golpea cacerolas porque quiere comprar dólares. Eso también es una muy buena señal” –apostillé-

Esta fue la parte más “interesante” de la conversación. El viaje terminó en el hotel donde se alojaban, con educación y deseándoles una buena estancia en la ciudad.


El perfil de los argentinos que llevé –y llevo- en mi taxi es muy variado. Hace muchos años, la mayoría de ellos llegaba para quedarse en Europa, buscando seguridad y tranquilidad. Hasta hace unos 10 años, llegaban también para quedarse pero por motivos de trabajo para sobrevivir y estabilidad social. Últimamente, los argentinos que llegan vienen a visitar a familiares radicados acá o como turistas para visitar las principales ciudades europeas. Y esto es una señal inequívoca de que algo ha cambiado en Argentina.

Ruben Petilo
Taxista de Barcelona, a orillas del Mediterráneo

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