Entrevista al compañero Eduardo Rosa


“La historia la hacen los pueblos”
Para los seguidores y amantes de la historia argentina, suele ser común escuchar o leer artículos donde se menciona a José María Pepe Rosa como el padre del re­visionismo histórico, aunque para su hijo, Eduardo Rosa, esta doctrina "comienza con Adolfo Saldías, discípulo de Mitre, que crea la historia basada en documentos".
Hecha la aclaración, Rosa se detuvo a recordar una anécdota que, según ase­guró, muy pocos conocen y que sin duda representa uno de los orígenes del revi­sionismo: "Lo único que Juan Manuel de Rosas se lleva al barco después de la batalla de Caseros es su archivo, porque allí se encuentra todo su prestigio. Inclusi­ve, en algún momento, contrata guardias porque sabe que si esa información des­aparece pueden llegar a convertirlo, como lo hicieron, en un tirano sangriento. Esa documentación llega a manos de Saldías gracias a Manuelita (hija de Rosas), quien la había conservado en buen estado du­rante mucho tiempo".
"Fue así que Saldías escribe la histo­ria de Rosas, totalmente admirado. Ha­bía descubierto una Argentina que jamás hubiera imaginado. Pero cuando llega a Buenos Aires y adelanta el pecho para que le pongan una medalla, se encuentra con Mitre, quién le dice que hay que conservar los nobles odios, que esa historia no se podía contar", destacó.
A lo largo de la charla, Eduardo Rosa co­mentó que siempre le interesó la historia, pero con una particularidad: "Me llamaba la atención lo que opinaban los pueblos. Creo que la historia la hacen ellos, y no los personajes, que son emergentes".
Por otro lado, y a 195 años de la de­claración de la independencia argentina, reflexionó: "Toda la idea de la declaración de la Independencia no es del Virreinato del Río de la Plata, ni de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sino de las Pro­vincias Unidas de América del Sur. La idea de todos era formar un sólo país". En rela­ción a este hecho, aseguró que uno de sus personajes preferidos es Atanasio Duarte (ver más abajo), "el primero que proclamó en voz alta la independencia y que hizo enojar tanto a Moreno".
RECONOCIMIENTO A LA PRESIDENTA: PREMIO "JOSE MARIA ROSA"
En junio de este año, un grupo de histo­riadores, encabezados por Mario "Pacho" O'Donnell, le entregaron a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner el premio José María Rosa (en honor al reconocido historiador). El acto se realizó en Casa de Gobierno y estuvieron presentes Hugo Chumbita, Hernán Brienza, Marcelo Gullo y Enrique Manson, entre otros.
Eduardo Rosa fue el encargado de en­tregar la distinción a la primer mandataria y explicó que "el premio es una muestra de agradecimiento por declarar el 20 de noviembre Día de la Soberanía (feriado nacional en conmemoración a la batalla de Vuelta de Obligado)". Aunque cuenta, orgulloso, que este homenaje tiene un im­portante y algo desconocido antecedente: "Yo conservo una fotocopia del boletín del Instituto Juan Manuel de Rosa de 1954, donde mi padre le pide al gobierno (por aquel entonces a cargo de Juan Domingo Perón) que se declare día de la soberanía el 20 de noviembre".
Ante la consulta acerca del legado que dejó su padre, bromeó: "Ni siquiera me dejó libros porque los donó todos; él no hacia nada para conseguir plata, no le pa­recía prioritario". Respecto al legado "no tangible" (así lo describe el propio Rosa):
   Heredó la idea que la lucha es lucha por triunfar.  El podría haber conseguido una posición importante en algún gobierno, pero no le interesaba, creía que no valía la pena pelear por eso, sino por el prestigio personal, porque te reconozcan como escritor. “Eso es lo que mi padre logró”, enfatizó con notable orgullo.
Continuando con los comienzos del revisionismo, Rosa recordó que "a partir de la Ley N°4161 (sancionado por la junta militar en 1956 y que prohibía cualquier tipo de propaganda peronista), los sindi­catos plantearon que si el segundo tirano no podía estar, vamos a poner al primero". Así fue que la figura de Rosas cobró valor y empezaron a interesarse por la historia, hasta que el peronismo se volvió absolu­tamente rosista. "No hablemos de Perón, hablemos de Rosas, que era una forma más o menos elíptica de nombrarlo. Ya hacia los años 70 el tirano Rosas había dejado de existir, se hablaba de la dicta­dura de Rosas, pero no de la tiranía de él. Se dio una especie de triunfo, poco a poco fueron cambiando los motes", aseguró.
Sin una bola de cristal a mano, para Eduardo Rosa es muy difícil saber cómo va a ser contada la historia de hoy en un futuro, aunque aseguró que "el episodio coyuntural que estamos viviendo es muy importante y va a dejar muchas huellas". Según consideró, "de alguna forma esta coyuntura latinoamericana marca un hito, una bisagra en la historia, que podría ser reconocida o anatemizada, mi esperan­za es que sea reconocida", y continuó: "Creo que la verdadera eclosión final la esta dando este gobierno con respecto al revisionismo, porque hasta ahora nadie se largó tan abiertamente a declararse como partidario de un tipo de historia", remarcó.
Antes de finalizar la charla, llegaría una segunda aclaración de parte del entrevis­tado: "Me llaman historiador pero no lo soy, me recibí de analista de sistemas. Trabajé toda la vida en eso» hasta que me supero la comunicación". Y aclaró: "Igual­mente, como no es un titulo habilitante, no me va a pasar lo mismo que al ingeniero Blumberg, pero alguno va a descubrir que no conozco determinados temas".


El primero en declarar la independencia en voz alta

Por Eduardo Rosa
El capitán Atanasio Duarte fue el primero en declarar en voz alta la independencia cuando todo el mundo hablaba de guar­dar estas tierras para nuestro amado rey Fernando VII. Ocurrió el 5 de diciembre de 1810, en una comida en el cuartel de Patricios (luego del triunfo en la batalla de Suipacha), cuando le pasa a Saavedra una corona de azúcar y lo proclama "como emperador de América".
En realidad se tenía miedo de romper con España, y este personaje como es­taba borracho lo hizo. Mariano Moreno lo tomó muy mal, Duarte había cometido un delito al hablar en contra de su rey. Esa misma noche, enojado, redactó un decreto de supresión de honores, donde se establecía que "el capitán de húsares retirado Atanasio Duarte había incurrido en un delito por el cual debería perecer en un cadalso, al ofender con un brindis excesivo la probidad del Presidente, pero en atención a su estado de embriaguez se le conmutaba la pena por destierro perpetuo de la Ciudad, porque ningún habitante de Buenos Aires, ni ebrio ni dormido, debe tener impresiones contra la libertad de su patria".

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